Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1871-1872 (Cortes de 1871 a 1872)
Sesión: 30 de mayo de 1871
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Pi y Margall
Número y páginas del Diario de Sesiones 48, 1.292, 1.293
Tema: Commune de París

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): Me levanto, Sres. Diputados, verdaderamente afectado, porque si todo el que abriga un corazón generoso ha debido sentir profundo dolor por los horrorosos sucesos acaecidos en París, hoy los que abrigan un corazón español deben sentir un dolor no menos profundo, al considerar que hay españoles que no pudiendo levantar la Commune de París, procuran rebajar la Patria española al nivel de la Commune de París. Sí, Sres. Diputados, sentimos profundo dolor, al ver que hay españoles que no tienen inconveniente en amenguar la honra y la historia de la Patria, para ponerla al nivel de los hechos más bárbaros que registrar los anales de la historia. Sí; debemos sentir como españoles, que sea España la única Nación en que haya una prensa que disculpe y ensalce todavía los horrores de París; debemos sentir como españoles, que haya en España un partido, el único en el mundo, que se haya atrevido a asociarse a los crímenes de la Commune. . . (Varios Sres. Diputados: Sí, sí. otros: No, no.) Sí, señores: en España ha habido un partido, el único, pues no hay más partido republicano en el mundo que el español, que haya tenido el atrevimiento de felicitar a la Commune de París, cuando ya se sabían sus hechos, sus tendencias, sus instintos; cuando ya se veía que lo ocurrido en París no podía ser más que el coronamiento lógico y natural de esos instintos. Vosotros felicitabais a la Commune de París y le enviabais embajadores cuando eso sucedía.

Es más; pues aunque no fuera cierto lo que estoy diciendo, y no hago sino narrar sencillamente los hechos, ¿no habéis oído, señores, con admiración, legitimada aquí la insurrección de París por un republicano de la Nación española? ¿No habéis oído decir que la insurrección de París era legítima? iHorror! ¡No hay un hecho más ilegítimo en los anales de la historia del mundo! Señores, un país en la desgracia, un país hollado por las tropas extranjeras, víctima de una invasión que tiene en la capital, en el corazón mismo de la patria, al extranjero; ese país desdichado acude al voto universal para nombrar una Asamblea, que no tenía más misión que restañar las heridas de la patria, reorganizar el país hollado por las tropas extranjeras, y en ese momento hay malvados que se insurreccionan contra esa Asamblea ¡Ah! Son unos infames; no son hombres políticos; no son liberales; no son siquiera franceses. No hay hecho en el mundo semejante a éste.

Y como para cohonestar, señores, todo esto, dicen los señores de enfrente que esa insurrección ha tenido lugar por si los alcaldes habían de ser nombrados o no por el Gobierno. Así se justifica una insurrección hecha ante las tropas extranjeras, victoriosas, y dominando en todo el país. Pues bien, señores, hasta ese hecho, que se quiere dar como una razón y que nunca sería razón bastante, pues en tales momentos, ante todo, había que ser francés; hasta ese hecho es perfectamente inexacto, es completamente falso, pues la insurrección de París vino antes que la Asamblea acordara que el nombramiento de los alcaldes fuera hecho por el Gobierno; y es posible que sólo en vista de esa insurrección tomara la Asamblea tal acuerdo. La Asamblea francesa, señores, tomó ese acuerdo muchos días después de la insurrección, y cuando ocurrió esta no se había tratado de la elección de alcaldes. La Asamblea había acordado que el nombramiento de alcaldes fuera de elección popular; pero atendido al estado del país, atendida la desorganización en que estaba, la necesidad de vigorizar la autoridad, y teniendo en cuenta que la insurrección podía atenderse a toda la Francia, el Presidente del Gobierno pidió a la Asamblea que se rebotara, ejecutando un acto de patriotismo y abnegación, y la Asamblea se revotó, determinando que los alcaldes fueran nombrados por el Gobierno.

No hay razón ninguna que pueda justificar un atentado semejante. ¡Ah, señores! Todavía podía pasar lo que dicen los señores de enfrente, si esos que han cogido el fusil para volverle contra la Francia y que han dado ejemplos que conservara la historia para mengua suya, le hubieran vuelto antes contra el ejercito invasor. Aún hubiera habido en ellos algo de heroísmo si los esfuerzos que han hecho contra la patria hubieran sido precedidos de otros esfuerzos iguales contra el ejército invasor. ¿Pero saben los Sres. Diputados lo que han hecho esas turbas frente del enemigo extranjero? Entretenerse en disidencias, en discordias, en perturbaciones dentro de París; dejar a la clase media y a las demás clases que ejecutaran los actos de valor que hemos visto y que no han sido obra de los que después han cometido todos esos crímenes.

Ha querido el Sr. Pi y Margall comparar los crímenes y los sucesos tristes por que hemos pasado en este país, como en otros, con los sucesos de París. S. S. ha hecho mal en eso. No ha habido aquí más que un suceso que tenga alguna semejanza con los de París; ya lo saben los Sres. Diputados; ya se lo han dicho a sí mismos antes que yo lo diga, porque esta en el sentimiento público. (Risas en algunos bancos de la izquierda.) No os riáis cuando deberíais llorar, porque estáis ciegos. No hay en la historia de España más que un hecho semejante al de París, y es el hecho de Valls. Allí, sin necesidad para el sostenimiento de una idea; sin necesidad para alcanzar la victoria, sin necesidad para conseguir el triunfo ni para evitar la derrota, se cometieron los mismos atentados que se han cometido en París. Allí ha pasado exactamente lo mismo, dada la proporción, que en París; comparad un hecho con otro, y veréis la misma bandera, las mismas ideas, los mismos hombres, los mismos instintos, las mismas pasiones, las mismas tendencias, los mismos crímenes.

Por eso, sin duda, no os atrevéis a condenar los hechos de París tan terminantemente como lo deberíais hacer; porque los hechos de Valls y los hechos de París no obedecen a ninguna idea política; no es la pasión, no es rencor del momento, no es la necesidad de evitar la derrota o salvar la vida lo que lo promueve; es una tendencia general, es el objeto y la tendencia que debajo de la bandera del federalismo se oculta; es el objeto que aquí y en todas partes el federalismo se ha propuesto por móvil, saber: el nivel de la sociedad, y no el nivel en su parte más alta o en su parte media sino el nivel en su parte más baja, más ignorante y más [1.292] abyecta. Por eso en Valls, como en París, no habéis visto a esos hombres luchar contra una idea ni contra una clase, sino contra todas las grandes ideas, contra todas las grandes clases, contra la aristocracia del saber, de la riqueza, del nacimiento, de la virtud; contra todo lo que es grande y digno.

Pues bien, Sres Diputados; esta es la tendencia general que va envuelta en cierta bandera que aquí pasa como política, y no ha de dar por resultado más que grandes catástrofes, como la última que acaba de tener lugar en París.

Para que no se repitan esas catástrofes debemos aspirar todos, cada cual en la esfera en que pueda moverse. Si a vosotros porque estáis ciegos, no os enseña nada el incendio y las desgracias de París, enseña, sí, a los demás el abismo a que queréis conducirnos; a evitarlo es a lo que deben encaminarse los pasos de todos los hombres que se interesan por el bien y la felicidad de la Patria.



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